El patrimonio arqueológico de la región de Arzachena puede considerarse entre los más interesantes de Cerdeña, tanto por la densidad de los monumentos en relación con la extensión del territorio municipal, como por su variedad (círculos funerarios y cultuales, abrigos rocosos, tafoni funerarios, dólmenes, nuraghi, murallas megalíticas defensivas y poblados fortificados, templos nurágicos…), y por la abundancia de datos científicos que las excavaciones realizadas en ellos desde 1939 han proporcionado a los arqueólogos, proponiendo nuevos problemas para el conocimiento de la prehistoria sarda en general y de la de Gallura en particular.
Es hacia la mitad del segundo milenio a.C., durante la Edad del Bronce Media, que se fija comúnmente el inicio de la gran época del megalitismo, en la que proliferaron en toda Cerdeña esas construcciones que, con nombre antiguo, se denominan nuraghi. Incluso cuando los nuraghi se erigían en zonas llanas, la elección del emplazamiento favorecía las pequeñas alturas rocosas solo ligeramente elevadas sobre la campiña circundante, tanto porque tal posición disminuía en gran medida los inconvenientes causados por los suelos pantanosos que ocupaban las depresiones, como porque la presencia de la roca natural proporcionaba la materia prima necesaria para la construcción de los edificios, y porque la posición elevada permitía una amplia vista de la campiña circundante. A menudo, alrededor de los nuraghi hay un poblado de cabañas, más o menos grandes, en diferentes estados de conservación.
En Gallura existen básicamente dos tipos de nuraghi: el nuraghe “a tholos” y el nuraghe “a corridoio”. El primero se caracteriza, en su forma más simple, por edificios de planta circular y alzado troncocónico terminado en terraza. Cuando este tipo de nuraghe se amplía por necesidad, se produce la agregación de dos, tres, cuatro y más torres unidas entre sí por cortinas rectilíneas o por bastiones cóncavo-convexos. Se trata de edificios que imponían a la verticalidad la distribución de espacios cubiertos con falsas bóvedas (tholos), alcanzando así alturas considerables. Por otro lado, el segundo tipo de nuraghe es el denominado “a corridoio”, debido a la presencia prevalente de corredores más o menos numerosos, más o menos
largos y más o menos sinuosos. Estos, cubiertos por losas, adquieren a veces el valor de verdaderos espacios habitables.
Entre los monumentos de la región de Arzachena, merecen especial atención las llamadas tumbas de los gigantes. Su considerable tamaño es la inspiración de los personajes legendarios que evocan sus nombres. Se trata, de hecho, de lugares de entierro comunitarios. Se trata de una construcción compuesta por una cámara funeraria rectangular encerrada en un cuerpo absidal en el extremo, que se ensancha en la parte delantera en dos brazos de mampostería que delimitan, en forma semicircular, la zona de la exedra. La zona de la tumba destinada al culto está formada por la exedra; representa la parte más monumental de la construcción, carácter realzado por la presencia de una serie de losas insertadas verticalmente formando un semicírculo. La zona de la exedra, en la que casi siempre hay un asiento o banco corrido en la base de las piedras que la coronan, estaba destinada a ceremonias relacionadas con el culto a los muertos, función atestiguada por el hallazgo en ella de restos de ofrendas y la presencia de betili, piedras de valor sagrado que evocan la divinidad.
El nombre “tafoni”, de origen corso, designa unas grutas naturales, características del granito, a las que se atribuyen fenómenos particulares de degradación, tanto físicos como químicos. La presencia numéricamente elevada de tales cavidades, la frecuencia con la que aparecen diseminadas por el territorio de Arzachena, su utilización como viviendas, tumbas, almacenes, establos, en función del espacio ofrecido en su interior, han determinado un fenómeno cultural extendido y característico, en cierta medida aún vivo en los artefactos, incluso en la época contemporánea, que, apoyados sobre rocas tafonadas, cumpliendo la función de establo y almacén, constituyen bellos ejemplos de arquitectura rústica, donde los elementos naturales y artificiales se funden en un conjunto armonioso y equilibrado.
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